lunes, 10 de marzo de 2014

Prepárate para perder la inocencia. Punto 1: asúmelo.

El tenía ese toque canalla capaz de enamorar a cualquier mujer. Ella era la inocencia personificada, una mente de niña encerrada en un cuerpo de mujer.
Se encontraron sin querer, por una casualidad del destino, en mitad de una calle solitaria y acompañados por un invierno frío.
El se fijó en su sonrisa y en su torpeza al caminar. Ella en su barba de unos días y en su chulería al fumar.

Unos días mas tarde, mientras ella combatía el frío con un café, apareció de nuevo aquel hombre, con la misma gabardina pero cambiando el cigarro por un botellín. Ella se ruborizó, y entre risas nerviosas lo comentó con sus amigas que, carentes de discrección alguna, se giraron para verle bien. El se dio cuenta en seguida y con una sonrisa pícara, apunto su nombre y número en un papel.
Se acercó a la joven, le dio un beso en la mejilla y le susurro al oído: me prendí de tu sonrisa, pero tus ojos han acabado de enamorar por completo, llámame. Le entregó el papel y se marchó sin importarle dejar la cerveza a la mitad.

Tras muchas dudas y miedos, la chica se decidió a llamar. Quedaron en la misma calle donde se encontraron por primera vez y caminaron hacia al bar donde les unió de nuevo la casualidad.
El aparentaba ser un caballero y en poco mas de una semana ya la había encandilado por completo. Mil promesas, mil te quieros, mil paseos de la mano.. Pero en poco mas de un mes, el falso galán se había cansado de jueguecitos de niños de 13 años...
La invito a su piso a cenar y entre velas y champán, la chica se dejó llevar...
A la mañana siguiente, cuando ella volvió a casa, recibió un mensaje de su querido Ryan: se acabó.

Ella buscó explicaciones, pidió perdón por sus errores y rogó durante días una segunda oportunidad hasta que a la semana siguiente le vio pasear de la mano con otra chica inocente que ya empezaba a caer en la trampa mortal...

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